jueves, 11 de noviembre de 2010

Sueño con serpientes

Silvio Rodriguez



Hay hombres que luchan un día
Y son buenos.
Hay otros que luchan un año
Y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años
Y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida:
Esos son los imprescindibles.
Bertolt brecht


Sueño con serpientes, con serpientes de mar,
Con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo.
Largas, transparentes, y en sus barrigas llevan
Lo que puedan arrebatarle al amor.
Oh, la mato y aparece una mayor.
Oh, con mucho más infierno en digestión.
No quepo en su boca, me trata de tragar
Pero se atora con un trébol de mi sien.
Creo que está loca; le doy de masticar
Una paloma y la enveneno de mi bien.
Ésta al fin me engulle, y mientras por su esófago
Paseo, voy pensando en qué vendrá.
Pero se destruye cuando llego a su estómago
Y planteo con un verso una verdad.

instrucciones para llorar

Julio Cortazar




Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

Santificada sea tu nada

Rafael Chaparro madiedo




Padre nuestro que estás en la nada, santificada sea tu nada, vénganos tu nada, hágase tu voluntad así en la nada como en la nada, en la Quince como en la Décima, en la Caracas como en la Circunvalar. Bogotá, 8 p. m. ni un PM por ahí, todo hacía presagiar que se trataba de un viernes común y corriente, de un viernes donde lo mejor que le podía suceder a una mujer era poner un “vogue cinderella” sobre sus labios, esa especie de semáforos del rostro, que a altas horas de la noche dan luz verde a las palabras azules que nacen luego de haber mojado la lengua con un poco de veneno. Esas son las mejores palabras. Bogotá, cinco minutos después de las ocho. Un viernes llamado tedio. En las busetas los mismos rostros de siempre.

Golpe a golpe, codazo a codazo, ventana a ventana, peso a peso, la gente se dirige a sus casas, no hay nada qué hacer, la infelicidad se ha apoderado de la noche bogotana. Es muy difícil decir palabras bajo un poste, tal vez faltan las sombras de los árboles para decir palabras al oído con sabor a hierba. Bogotá, diez minutos después de las ocho de la noche. En Bogotá las luces de neón se han transformado en luces de león. Cada veinte metros hay un zoológico triste y electrónico, mil tristes tigres, mil tristes tigres, el salto del tigre, el del gato parece ser más efectivo, pero qué va, toca cambiar las tácticas violentas: una mañana los habitantes de Bogotá amanecieron con azúcar en los labios. Solamente se dieron cuenta aquellos que se besaron. Preferible las tácticas más dulces, la del azúcar, esa misma que sirve para verter en el café y de pronto pronunciar palabras teñidas, palabras que echan humo, pues ya no resisten un recalentamiento en el sistema de frenos. Pero son esas palabras las que se quedan sin sentido, sin gasolina, sin espejo en el rostro, sin azúcar a las ocho y quince minutos cuando ya todo parece evidente: Bogotá es un corredor perdido de un largo túnel donde lo único que falta para racionalizar la violencia es que se proponga la elección popular de escoltas y de sicarios.

Padre nuestro que estás en la nada, santificada sea tu nada, vénganos tu nada, hágase tu voluntad así en la nada como en la nada, en la Quince como en la Décima, en la Caracas como en la Circunvalar. Ocho y media la película de Fellini, y “La nave va”, la estaban dando en la avenida de Chile, el caso es que ya eran las ocho y media de la noche y todo era evidente: nada era evidente. Todo o nada. Esas son las monedas que hay que manejar en las avenidas bogotanas un viernes por la noche, es la moneda de la putica triste que se para debajo de una luz de neón a que se la coma el frío y la jartera, es la moneda del chofer del bus que parece una cámara de gas, un pequeño campo de concentración ambulante, una nevera pestilente, es la moneda del celador que envuelto como un tamal diabólico, de pronto se da cuenta que ni la putica triste ni el chofer, tampoco él, saben lo que significa el todo o nada, por eso mejor callar, mejor no hablar, mejor no amar, no odiar, no caminar, no ser, mejor pegarse al rumor negro de la ciudad y dejarse llevar por él, montarse en su corriente alucinada y only “rocanrol”, only almacenes, only ser yo aquí, tú allá, only disparar el arma de dotación en caso de extrema necesidad, only pasarse el semáforo, only only, huy qué ropa tan bacana, only disparar. Esa es la orden. Alguien dio la orden de disparar el fusil de la tristeza. Eran las 8:45 p. m.

Padre nuestro que estás en la nada, santificada sea tu nada, vénganos tu nada, hágase tu voluntad así en la nada como en la nada, en la Quince como en la Circunvalar. Eran las ocho y cuarenta y seis minutos. La muerte se llama viernes. O el viernes se llama muerte, para el caso es lo mismo. Alguien dio la orden de disparar el fusil de la tristeza. Eran las 8:45 p. m.

Cuento de mar

Gorge Robledo Ortiz





Voy a beberme el mar.
Ya tengo listo mi velero fantasma.
No le he trazado rumbos a mi ausencia,
no he fatigado el mapa localizando zonas que no bailen al macabro jazz-band de las borrascas.
Viajaré simplemente, sin triangular alturas ni distancias, llevando en el timón a Don Quijote y la rosa del viento en la solapa.

Acompáñame tu dulce chiquilla,
partiremos al alba,
cuando los alcatraces no dibujen
su ecuación de naufragios sobre el agua. Arranca tus raíces de la tierra. abre tu citolegia de nostalgias y vamos a bebernos el océano en la copa de luz de las montañas:

visitaremos todos los países, los puertos y las radas.
Te compraré crepúsculos en Chipre.
Un elefante niño al sur del África.
Un gajo de luceros en Corea.
Dos elásticos tigres de Bengala.
El dolor milenario de un camello.
Y la fatiga estéril del Sahara.

En el Japón te mostraré los biombos
con figuras bilingües y enigmáticas.
En Pekín buscarmos la muñeca de blanco corazón de porcelana.
haremos de bambú balsas de ensueño para subir un río de esperanzas.
Y te daré un sombrero en forma de hongo y unas chinelas para tu pijama.

Pasaremos a Escocia y a Noruega.
Después navegaremos a Finlandia para buscar
la estirpe de un vikingo de ojos azules y de luenga barba,
que se murió coleccionando fiordos en el álbum con sal de su nostalgia,
mientras su vieja pipa marinera quemaba archivos íntimos del alma.

Y siempre sin control,
siempre viajando,
iremos al país de Sherezada y allí te contaré Mil y una Noches
de reyes y de esclavas,
de romances y torres de marfil
de bazares, de alfombras y de flautas,
madrigales y de surtidores
de pie como las cobras encantadas.

Subiremos al Rhin
buscando a Wagner y su Tetralogía desvelada.
Cazaremos los cisnes hiperbóreos
que abanican la muerte con sus alas.
Te diré que la música es un vino que cuando estamos tristes se derrama.
Y que el silencio es un santuario celta donde reposa el corazón de un arpa.

Y fatigando el mar,
¡Qué importa el tiempo!
visitaremos la ciudad sagrada,
la tierra de la cruz y del olivo,
la que escuchó el Sermón de la Montaña,
la patria de Jesús y de María la que arrulló las bienaventuranzas,
la tierra donde un tosco carpintero pulió a garlopa el globo de una lágrima.

En otro amanecer arribaremos a las Islas Canarias.
te compraré su nombre que es un trino diluido en el agua.
Para pescar luceros en el fondo te bastará la red de tus pestañas,
y aprenderás que a Dios también se llega por el verde camino de las algas.

Si sueñas ver a Nápoles,
cruzaremos por mármoles de Italia,
y te daré una góndola en Venencia y
en Asís la humildad de una campana.
Compraremos al Dante sus Laureles y a Benvenuto su luciente daga,
para tu muñequero de ilusiones y tu azul inquietud de extravagancias.

Buscaremos ositos en Siberia
rutas de manzanilla al sur de España,
la sombra adolescente de Platero,
la capa de Unamuno en Salamanca,
la fatiga inmortal de Rocinante.
El dardo del Amor Clavado en Ávila,
la Morena ascendencia de “El Cachorro”
y el llanto de Boabdil sobre Granada.

Y cuando tengas sueño, mi pequeña,
cuando te canses de medir distancias y no quieras viajar
a la deriva con la estrella polar a las espaldas,
te arrullaré, mientras mi vieja pipa,
que compré a un bucanero en Samarcanda,
quema frente a la noche de tus ojos
mi viejo contrabando de nostalgias.

alegria del cronopio

Julio cortazar




Encuentro de un cronopio y un fama en la liquidación de la tienda La Mondiale.
-Buenas tardes, fama. Tregua catala espera. -Cronopio cronopio? -Cronopio cronopio. -Hilo? -Dos, pero uno azul.
El fama considera al cronopio. Nunca hablará hasta no saber que sus palabras son las que convienen, temeroso de que las esperanzas siempre alertas no se deslicen en el aire, esos microbios relucientes, y por una palabra equivocada invadan el corazón bondadoso del cronopio.
-Afuera llueve- dice el cronopio. Todo el cielo. -No te preocupes- dice el fama. Iremos en mi automóvil. Para proteger los hilos.
Y mira el aire, pero no ve ninguna esperanza, y suspira satisfecho. Además le gusta observar la conmovedora alegría del cronopio, que sostiene contra su pecho los hilos -uno azul- y espera ansioso que el fama lo invite a subir a su automóvil.

Constelaciones

Jose Maria Rivas Groot




El Hombre
Amplias constelaciones que fulguráis tan lejos,
mirando hacia la tierra desde la comba altura,
¿por qué vuestras miradas de pálidos reflejos tan llenas de tristeza, tan llenas de dulzura?

Las Constelaciones
¡Oh soñador, escúchanos! ¡Escúchanos, poeta!
Escucha tú, que en noches de oscuridad tranquilanos llamas,
mientras tiemblan con ansiedad secretala súplica en tu labio y el llanto en tu pupila.

Escucha tú, poeta, que en noches estrelladascual bajo augusto templo descubres tu cabeza,y nos imploras, viendo que están nuestras miradastan llenas de dulzura, tan llenas de tristeza.

¿Por qué tan tristes? Oye: nuestro fulgor es tristeporque ha mirado al hombre. Su mente y nuestra lumbrehermanas son. Por siglos de compasión, existeen astros como en almas la misma pesadumbre.

Por siglos hemos visto la Humanidad erranteluchar, caer, alzarse... y en sus anhelos vanos volver hacia nosotras la vista suplicante,tender hacia nosotras las temblorosas manos

y ansiar en tal desierto, ya lánguida, ya fuerte,oasis donde salten aguas de vida eterna;ya llega, llama -y sale con su ánfora la muertebrindando el agua muda de su glacial cisterna.

Tronos, imperios, razas, vimos trocarse en lodo:vimos volar en polvo babélicas ciudades.Todo lo barre un viento de destrucción, y todoes humo, y sueño, y nada... y todo vanidades.
Es triste ver la lucha del terrenal proscrito;es triste ver el ansia que sin cesar le abrasa;
el ideal anhela, requiere lo infinito,crece, combate, agítase, llora, declina y pasa

Es triste ver al hombre, que lumbre y lodo encierra,mirarnos desde abajo con infinito anhelo;tocada la sandalia con polvo de la tierra,tocada la pupila con resplandor del cielo.
Poeta, no nos llames -conduele tu lamento;poeta, no nos mires- nos duele tu mirada.Tus súplicas, poeta, dispérsanse en el viento;tus ojos, ¡oh poeta! se pierden en la nada.
Con íntima tristeza miramos conmovidas,con íntima dulzura miramos pesarosas,nosotras -las eternas- vuestras caducas vidas,nosotras -las radiantes- vuestras oscuras fosas.

El Hombre
¿Todo es olvido y muerte? Pasan gimiendo a solasel mar con sus olajes, la tierra con sus hombres; ¿y al fin en mudas playas deshácense las olas,y al fin en mudo olvido deshácense los nombres?
¿Y nada queda? ¿Y nada hacia lo eterno sube?
Decid, astros presentes a todo sufrimiento:la ola evaporada forma un cendal de nube,¿y el alma agonizante no asciende al firmamento?
¡No, estrellas compasivas! Hay eco a todo canto;al decaer los pétalos, espárcese el perfume;
y como incienso humano que abrasa un fuego santo,al cielo va el espíritu, si el cuerpo se consume.
Vendrá noche de siglos a todo cuanto existe;y expirarán, en medio de hielos y amargura,los últimos dos hombres sobre una roca triste,las últimas dos olas sobre una playa oscura.
Y moriréis ¡oh estrellas! en el postrero día...Mas flotarán espíritus con triunfadoras palmas;y alumbrarán entonces la eternidad sombría,sobre cenizas de astros, constelaciones de almas.

Instantes

Jorge Luis Borges



Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años..
y sé que me estoy muriendo