jueves, 11 de noviembre de 2010

Cuento de mar

Gorge Robledo Ortiz





Voy a beberme el mar.
Ya tengo listo mi velero fantasma.
No le he trazado rumbos a mi ausencia,
no he fatigado el mapa localizando zonas que no bailen al macabro jazz-band de las borrascas.
Viajaré simplemente, sin triangular alturas ni distancias, llevando en el timón a Don Quijote y la rosa del viento en la solapa.

Acompáñame tu dulce chiquilla,
partiremos al alba,
cuando los alcatraces no dibujen
su ecuación de naufragios sobre el agua. Arranca tus raíces de la tierra. abre tu citolegia de nostalgias y vamos a bebernos el océano en la copa de luz de las montañas:

visitaremos todos los países, los puertos y las radas.
Te compraré crepúsculos en Chipre.
Un elefante niño al sur del África.
Un gajo de luceros en Corea.
Dos elásticos tigres de Bengala.
El dolor milenario de un camello.
Y la fatiga estéril del Sahara.

En el Japón te mostraré los biombos
con figuras bilingües y enigmáticas.
En Pekín buscarmos la muñeca de blanco corazón de porcelana.
haremos de bambú balsas de ensueño para subir un río de esperanzas.
Y te daré un sombrero en forma de hongo y unas chinelas para tu pijama.

Pasaremos a Escocia y a Noruega.
Después navegaremos a Finlandia para buscar
la estirpe de un vikingo de ojos azules y de luenga barba,
que se murió coleccionando fiordos en el álbum con sal de su nostalgia,
mientras su vieja pipa marinera quemaba archivos íntimos del alma.

Y siempre sin control,
siempre viajando,
iremos al país de Sherezada y allí te contaré Mil y una Noches
de reyes y de esclavas,
de romances y torres de marfil
de bazares, de alfombras y de flautas,
madrigales y de surtidores
de pie como las cobras encantadas.

Subiremos al Rhin
buscando a Wagner y su Tetralogía desvelada.
Cazaremos los cisnes hiperbóreos
que abanican la muerte con sus alas.
Te diré que la música es un vino que cuando estamos tristes se derrama.
Y que el silencio es un santuario celta donde reposa el corazón de un arpa.

Y fatigando el mar,
¡Qué importa el tiempo!
visitaremos la ciudad sagrada,
la tierra de la cruz y del olivo,
la que escuchó el Sermón de la Montaña,
la patria de Jesús y de María la que arrulló las bienaventuranzas,
la tierra donde un tosco carpintero pulió a garlopa el globo de una lágrima.

En otro amanecer arribaremos a las Islas Canarias.
te compraré su nombre que es un trino diluido en el agua.
Para pescar luceros en el fondo te bastará la red de tus pestañas,
y aprenderás que a Dios también se llega por el verde camino de las algas.

Si sueñas ver a Nápoles,
cruzaremos por mármoles de Italia,
y te daré una góndola en Venencia y
en Asís la humildad de una campana.
Compraremos al Dante sus Laureles y a Benvenuto su luciente daga,
para tu muñequero de ilusiones y tu azul inquietud de extravagancias.

Buscaremos ositos en Siberia
rutas de manzanilla al sur de España,
la sombra adolescente de Platero,
la capa de Unamuno en Salamanca,
la fatiga inmortal de Rocinante.
El dardo del Amor Clavado en Ávila,
la Morena ascendencia de “El Cachorro”
y el llanto de Boabdil sobre Granada.

Y cuando tengas sueño, mi pequeña,
cuando te canses de medir distancias y no quieras viajar
a la deriva con la estrella polar a las espaldas,
te arrullaré, mientras mi vieja pipa,
que compré a un bucanero en Samarcanda,
quema frente a la noche de tus ojos
mi viejo contrabando de nostalgias.

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