Por: Rafael Chaparro Madiedo La Prensa. Septiembre 19 de 1993.
Creo que unos días atrás había soñado con Amarilla.
Sí. Había soñado que Amarilla y sus gatos recorrían las calles mientras la lluvia negra de la noche cubría la copa diminuta de los árboles.
Creo que después entonces me enamoré del viento y de las cosas más insignificantes, de las hormigas, del arroz, de la coca cola. El caoso era que me había enamorado de alguien que estaba detrás del vidrio de los días y que desde ese vidrio me hacía señas con los ojos grandes, marinos, mediterráneos. Entonces Amarilla desapareció de los sueños. Amarilla se fue de nuevo a la Avenida Blanchot. Se fue con Pink Tomate y por fin me dejó en paz. Se fue con sus gatos y a lo mejor se metieron a un bar y pidieron vodka con flores, con muchas flores. Una vez se fue Amarilla por dentro lo que había era ese olor que se siente a las cinco de la tarde en el Cementerio Père Lachaise. Ese olor previo al enamoramiento. Tal vez alguna vez nos vimos en el metro, tal vez ella estaba en el mismo vagón, tal vez tomamos café en la misma terraza a las cinco de la tarde o a las diez de la mañana, tal vez nos cruzamos en la misma librería y hojeamos los mismos libros, tal vez compramos y comimos del mismo pan, tal vez nos miramos bajo la ola amarilla del verano o tal vez nos soñamos mutuamente desde el fondo de nuestras sonrisas transparentes. Tal vez se llama Catherine, Julie, Christine, Odile, Lucile, Chantal, Marie, Therese, Benedicte, Caroline, Stephanie, Isabelle, Florence, Brigitte, Nathalie, Corinne, Virginnie, Alexandra, Laure, Anne, Emanuelle, Christianne, Anais, Marion y tal vez tiene todas las estrellas reunidas en la palma de sus manos, tal vez tiene mil caballos transparentes en su cabello dorado, tal vez tiene el sabor de de las flores amarillas de las montañas en su cuerpo, tal vez tiene un millón de rosas invisibles en sus labios dulces, tal vez tiene dos corazones, tres corazones, cuatro corazones, cinco corazones, mil corazones lindos que palpitan como relojes enamorados en la mitad de su carne, tal vez es capaz de hacer de nuevo el fuego, la rueda, los puentes, las ventanas, las puertas, los vientos, las sombres, tal vez sea amiga de los árboles, de los osos, de las águilas, tal vez las piedras, los caminos, los niños, los gatos, las calles, tal vez todo, absolutamente todo esté enamorado de esta mujer que tal vez se llama Catherine, Julie, Christine, Odile, Lucile, Chantal, Marie, Therese, Benedicte, Caroline, Stephanie, Isabelle, Florence, Brigitte, Nathalie, Corinne, Virginnie, Alexandra, Laure, Anne, Emanuelle, Christianne, Anais, Marion.
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