Un submarino amarillo con mariposas por favor
Rafael Chaparro M.
Bogotá es una ciudad de buses. El bus. El pito. El bus es ese gusano ruidoso, ese acuario donde día a día miles de rostros se sumergen en sus aguas para atravesar la espuma ácida de la ciudad y los vapores venenosos de una ciudad que quema el aliento, la mirada, los cuerpos. Tal vez en ninguna otra ciudad del mundo entero existan buses con consultorios médicos, psicológicos y parapsicológicos. Esta es la única ciudad con buses, con brujos y médicos a bordo.
El sol revienta contra los vidrios del bus. El smog se pega a las nubes. Los pitos revientan las hojas de los árboles. El mundo empieza a poblarse lentamente de ruidos, de nubes negras y buses. Entonces se sube al bus que va por la troncal un estudiante del centro médico naturista a promocionar el último purgante natural formulado por tres reconocidos médicos homeópatas que tienen su consultorio debajo de la Caracas y mierda, el chofer grita desde su asiento que por favor el caballero de atrás que tiene cara de cucaracha que no se haga el guevón, que por favor se corra al fondo del carro que está vacío y el caballero le responde que no se le da la puta gana porque esa mañana al despertarse se dio cuenta de que estaba convertido en un monstruoso insecto y entre tanto el estudiante del centro naturista ya va diciendo que el tal jarabe es de raíces chinas, de jingseng, y que tal, que todo tiene que ver con el ying y el yang, que el verraco jarabe tan solo vale doscientos pesos, que doscientos pesos no hacen pobre a nadie, que el jarabe limpia el hígado, los riñones, el aparato digestivo, pero qué vaina tan jodida, el jarabe no cura la chucha de la señora que se subió con tres paquetes de Cafam y que aletea de aquí para allá, del ying al yang sus brazos y mierda solamente un candelario de mochila le compra el purgante al estudiante naturista porque purgante es ir en ese bus lleno de rostros inciertos, purgante es el olor a zanahoria del bus, purgante son las nalgas descomunales de las monjitas que van en el asiento de atrás rezando Dios te salve María llena eres de gracia el Señor está contigo bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús, purgante es la cara del conductor del bus que nuevamente insiste en que el caballero de saco azul es un malparido que no se quiere correr un poco hacia atrás.
Más adelante se sube el brujo de la troncal con las pócimas para el amor y las muertes. A cada pasajero le reparte unos frasquitos de colores. El color rojo es para recuperar el amor perdido. El frasquito verde es para enamorarse a primera vista y el amarillo para obtener dinero rápido y al instante, mejor dicho más efectivo que la instantánea. Un frasquito allí, otro frasquito allá y también la promoción de la cruz de los siete poderes bendecida a orillas del río Nilo por un brujo que conoce los secretos de Osiris, pero qué va, a lo mejor Osiris se llame en verdad Osiris González y tal vez el Nilo que conoce con las Residencias Nilo de Chapinero donde se lleva a las viejitas que trama con sus menjurjes, a ver, a ver, quién dijo suerte, quién dijo suerte, allá el caballero se le apunta a la fórmula mágica de los siete poderes, poderes comprobados y claro varios pasajeros compran los frasquitos y otros se ponen la cruz de los siete poderes y luego se bajan del bus pensando que ya tienen resuelto el problema ese de la soledad alquilada, y que a lo mejor con su frasquito amarillo la suerte cambiará y entonces la mañana será amarilla, se levantará una mujer amarilla, el desayuno les sabrá amarillo, reirán amarillo, harán el amor amarillo, respirarán amarillo, morirán amarillo y entonces por primera vez en sus vidas ya no volverán a tomar un bus amarillo, sino que saldrán a la calle y tomaran un submarino amarillo para atravesar ese océano negro de la ciudad infestado de pequeños náufragos que no saben dónde quedan las mañanas, pequeños náufragos ebrios de smog, vueltos mierda, que tienen las miradas pobladas de soledades amarillas.
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